martes, 12 de junio de 2012

Hace un mes que me duelen los ojos...

... de mirar sin verte. ¿Qué ha tenido la culpa de tu mala suerte, mi rosa de abril?

Hoy hace un mes que acaricié por última vez la cabeza de mi Leo y le susurré al oído "Te quiero, no lo dudes, siempre te querremos" y el Miguel se lo llevó a despedirse de su campo, y después al veterinario para que descansara. Hace un mes que sacrificamos a Leo.

Antes de semana santa tuvo una fuerte diarrea, eso hizo que bajaran sus defensas y ahí la enfermedad se ha hecho fuerte y, aunque lo hemos intentado, los últimos días estaba claro que el tratamiento no estaba haciendo efecto. Un perro enfermo de leishmania activa es un peligro de contagio para el resto de animales, así que la decisión era clara...por él, por nosotros, por el resto. Pero por más clara no es menos dura de tomar.

La mañana más dura de mi vida la pasé jugando con mis hijas y tirando las cosas del Leo, haciendo ver que no pasaba nada. Aguantando el tipo por mis niñas, mientras mi corazón estaba destrozado cantaba las canciones de "El Rey León".

Y así llevo un mes. Aguantando el tipo por mis niñas y aguantando el tipo por el Miguel. Y aguantando el tipo porque la mayor parte de la gente no entiende que mi perro era mi familia. "No lo compares con tus hijas". Pues claro que no lo comparo, por supuesto que no tiene nada que ver.
No hay nada que comparar, el amor multiplica, no resta. Es amor y es dolor lo que siento por mi perro, tiene su lugar, es uno más de mis amores. Lo va a ser siempre aunque ya no esté.

Porque han sido siete años maravillosos. Descubrí Yecla callejeando contigo de la correa siendo tu cachorro, las preciosas calles empinadas alrededor de la Iglesia Vieja. Vimos también juntos el Arabí y no podré pisar el Arabilejo sin recordar como te metiste en una de las cazoletas de cabeza porque tenía agua y salíste empapado, te sacudiste y nos empapaste a nosotros. No volveré a pasar por la ronda al lado del cementerio sin acordarme de nuestros fantásticos paseos por el Cerro del Castillo.

 Porque no puedo estar en nuestro campo sin coger una piedra del suelo para tirartela para jugar...Y en casa, cada minuto de cada hora me parece que vas a doblar la esquina del pasillo o, ahora mismo, sentada en el ordenador, vas a apoyar tu cabeza en mis rodillas, como solías.

Porque no podré recordar mis embarazos y la niñez de Sara y Núria sin tu recuerdo. Mis primeras sospechas de embarazo fueron porque me lamias la barriga al llegar a casa, antes incluso de tener retrasos. Y esas largas tardes en las que tenía contracciones y tu te echabas a mi lado y gemías cuando tenía dolor ¿como lo notabas?. La primera palabra que dijo Sara fué "Líiio", y a las dos les ha encantado compartir coscorros de pan contigo. Núria se tronchaba de risa cuando al llegar a casa salías a saludarnos.

Porque sin haberte tenido no habria conocido a Juan y Feli ni a Jose y Yolanda, los dueños de Luna, los dueños de Urko, a los que considero buenos amigos.

Porque aunque en estos siete años han habido también cosas muy feas, como las discusiones con la familia y los vecinos, y tus enfermedades y tus últimos días, que han sido horribles, tenerte es una de las cosas mejores que hecho en mi vida. Una de las cosas que más me ha hecho feliz en mi vida. La diferencia entre estar sola y estar en compañía.

En estos días, gente que no me conoce de nada me para por la calle y me pregunta por ti. "¿Y ese perro blanco que siempre llevabas?, que gracia me hacía siempre al ladito de las niñas, sin tirar ni nada" "Nena, perdona ¿es que se te ha muerto el perro que hace días que te veo sin el?" El viernes mismo una mujer muy graciosa "En este paseo falta uno". Y yo les explico que te hemos sacrificado, agradecida de poder recordarte, de que otros se den cuenta que no estás y te recuerden con tanto cariño. Haber sido la dueña de Leo es una de las cosas de las que siempre estaré orgullosa. Te quiero mi Leíto, no lo dudes, siempre te querremos.