Hoy martes y trece del año 2012, fecha que parece tan funesta, puedo decir que soy relativamente feliz. Siempre en la vida las cosas se pueden mejorar, hay cosas que me preocupan, pero en general puedo decir que soy relativamente feliz.
Cosas que me preocupan: Leo mantiene un brote de su leishmaniosis que hace que prácticamente tenga en una herida perpetua sus cuartos traseros. A veces apestan sus heridas a pus, otras parece que se van a cerrar definitivamente, pero vuelven a abrirse nuevas pupas. En un bucle desde hace varios meses. En positivo, que la analítica que tiene es de un perro sano, el parásito no le ha afectado los órganos internos y el animal está contento, aparte de la molestia de sus heridas, que procuramos aliviar con pomadas.
Otra cosa que me preocupa es que mi hija Sara pueda ir el año que viene al cole que queremos que vaya. Nada especial, es el cole de al lado de casa, y por proximidad en principio nos toca, pero hasta que no salgan las listas de admitidos pues ahí estamos, con la incertidumbre.
Me preocupa mi padre, y su tensión arterial que no se acaba de controlar.
Y me preocupa, como a la mayor parte de los ciudadanos de este país, las consecuencias que en mi pequeña economía familiar tenga esta crisis que nos han enviado los banqueros y que vamos a pagar los curritos. Se me ha pasado por la cabeza el autoempleo, pero después me veo con mis dos nenas y pienso que tengo "autoempleo" para un rato aún. Pero me rondan cosas por la cabeza.
Lo que contribuye a mi equilibrio son sobre todo mis dos niñas. Sara ya tiene (parece mentira) dos años y diez meses, es una niña pequeña muy cariñosa, despierta, un poco desobediente (y aunque me saca de quicio a veces, me gusta que tenga personalidad) tímida y lista. Muchas veces al día me meo de la risa con sus salidas, está lo que se dice comúnmente como para comérsela.
Núria también está para comérsela, la verdad. Núria ya tiene (esta parece aún más mentira) casi nueve meses. Es una bebé ya muy divertida, le encanta bailar, parlotear, hacer palmitas y chillar cuando sus papás intentan ver el telediario (cosa que visto lo que hay que ver hay que agradecerle). Son el día y la noche, tanto físicamente como en carácter. No parece haber de momento grandes celos, supongo que cuando Núria crezca algo más la competencia entre hermanas será más evidente. De momento se buscan mucho y tienen diariamente momentos de juegos y risas.
Hay momentos, muchos, en que las dos necesitan mi atención, y si, como habitualmente me pasa, estoy sola, me agobio. Hay días que el cansancio me puede y me siento muy sola en el páramo yeclano. Lloro de impotencia y rabia casi a diario en algún momento.
Pero en general, la mayor parte de los minutos de las horas que conforman mi día a día, tengo la sensación de que no me puedo quejar con mi suerte: que tengo un marido al que amo y que me quiere, que tengo dos niñas preciosas que crecen fuertes, sanas, listas y felices, que tengo un perro al que mantengo estable en sus enfermedades y que creo que es feliz, y aunque hecho de menos mi tierra y mi gente todos los días he conocido a buenas amigas por estos lares que me hacen menos áspera la soledad. No está mal.