Cuando estaba embarazada de Sara no fueron pocas las opiniones en contra de que Leo continuara formando parte de nuestra família. Que le iba a coger celos, que si le iba a hacer coger una infección a la niña.
A nosotros nos preocupaba quizás el tema de los celos un poco. Aunque Leo siempre ha sido tratado en casa como a un perro y no como a un bebé y sabe cuál es su lugar. Preguntamos a su veterinario su opinión al respecto. El hombre sonrió y nos dijo: "Es que yo no soy muy objetivo, mis tres hijos se han criado con dos perros en casa, para nosotros la experiencia no pudo ser más positiva, que os voy a decir". Lo que sí nos dio unas pautas a seguir: que lo que viéramos que había que cambiar en sus costumbres lo hiciéramos durante el embarazo, y que le enseñáramos y le dejáramos oler las cosas nuevas del bebé. También nos explicó que era importante cómo presentábamos al bebé al perro, para que el lo asociara con algo positivo.
También lo comentamos en el hospital cuando nació mi hija y en su primera visita al pediatra. En ambos casos nos aseguraron que tanto el riesgo de transmitir enfermedades, como de que provoquen accidentes/ataques por celos es mucho mayor entre hermanos o incluso primos, que entre bebé y perro. Evidentemente teníamos que tener un cierto cuidado, pero que ellos no veían ningún riesgo. El pediatra de Sara, de hecho, nos comentó que sí que se pregunta en una encuesta que hacen sobre riesgos para la salud del bebé si hay hermanos en casa, pero no se pregunta sobre animales, porque son poquísimos casos en los que influye, y ni siquiera se tiene en cuenta. Este comentario nos tranquilizó definitivamente acerca de nuestra decisión
Cuando nació Sara, llevamos a Leo a una Residencia canina mientras estábamos en el hospital. Después se alargó unos días más, porque Sara estaba delicadita, y de todas formas no hubiéramos podido ocuparnos del animal. Así, las presentaciones se hicieron a la semana de haber nacido Sara. Mi marido fué a buscarle, con un pañal de la niña, que le hizo oler al recogerle de la residencia, y, en vez de traerle a casa directo, le llevó al descampado donde habitualmente le soltamos. Cuando se había desfogado algo, llegué yo con el cochecito del bebé. Obviamente el perro me saludó efusivamente y olisqueó el artefacto ese que me acompañaba, pero como aún estaba bastante excitado, no le enseñamos aún a la niña. Nos fuimos a dar un paseo, y cuando estaba ya más calmado cogí a Sara en brazos, le dejamos que la oliera con cuidado y finalizamos el paseo.
Los primeros meses, y hasta que Sara empezó a gatear, Leo generalmente la ignoraba, sólo dejaba de ignorarla para pasar a un papel de guardián en los paseos o si habían visitas en casa. Cuando empezó a gatear, Sara buscaba a Leo como a otro juguete más, y probaba a cogerle las orejas, los ojos, los bigotes, tocarle las patas...Leo generalmente le dejaba tocarle una o dos veces y se retiraba. Algunas veces mi hija le perseguía por toda la casa con su toqueteo y Leo me miraba pidiendo compasión con la mirada, yo intentaba distraerla con otro juego, explicándole sin éxito que Leo no es un peluche y que si le mete el dedo en el ojo le hace pupa. En esta época alguna vez he dudado si era justo para Leo esta situación, teniendo mucha menos atención de la que estaba acostumbrado, y además teniendo que soportar a la niña experimentando con él.
Hace unas semanas que Sara se ha arrancado a andar, y eso ha cambiado un montón la forma de relacionarse de mis bichos. Ahora jugamos juntos. Sara es capaz de tirarle una pelota, y Leo está encantado de cogérsela, me la da a mi, yo se la doy a Sara, que se la vuelve a tirar... Sara se troncha de risa viendo a Leo yendo a por la pelota que le ha tirado, y Leo está encantado de tener nuestra atención y se muestra incansable en el juego, cosa que me encanta, porque los últimos meses parecía volver a estar decaído.
Leo, que hasta hace poco veía a Sara y la rehuía, ahora a veces la busca, con la pelota en la boca, o le hace cosquillas con el morro en la barriga. Cuando venimos de recoger a Sara en la guardería, la saluda la primera, antes que a mí, y ni que decir que a mi se me cae la baba al verlo. También ha influido mucho en la buena relación que tienen, tengo que confesarlo, que Sara de vez en cuando le lanza pan desde la trona. Y claro, ya se sabe, por el pan baila el perro.
Estamos todo lo satisfechos que se puede estar del estado actual de la relación entre la niña y el perro. Sentimos que a Sara el estar compartiendo su día a día con un animal le enseña el respeto hacia todas las formas de vida, y también formas de cariño diferentes de la humana. Hace que de alguna forma tenga que ceder y compartir espacio y tiempo de juego con un compañero, y espero que eso haga que cuando llegue un hermanito, los celos sean menos traumáticos. Tener a Leo en casa es indudablemente un extra de trabajo, atención, y preocupaciones, pero también es un extra de satisfacción ver día a día como están aprendiendo a quererse estos dos granujas.
andaba un pococ desconectadilla, ni te e comentado nada, antes qe todo qe bn qe Sara ya esta bn de la gastro, luego casi vuelvo el estomago al ver la foto del matagatos, y mira qe fui socorrista y vi cosas duras, pero el jactarse de semejante aberracion, me saca las lagrimas, sin duda, en fin!!!!y qe gusto y tranquilidad me da ver lo bn qe se llevan niños y animales, aunqe yo ando batallando con mi cachorrona qe esta neciaaaaa, llorona, muy traviesa y destrozadora, esperemos sea solo la edad, bueno saludos y besos a todos los qe dejan huellitas en tu casa!!!!
ResponderEliminarJejeje, me ha hecho un montón de gracia lo de la trona, Hugo (9 meses) también le da cosas a nuestro perro cuando está comiendo en la cuna, jejeje, es al único al que le ofrece comida :)
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